miércoles, 9 de enero de 2013

“Ni piojos, ni pulgas, ni garrapatas sobre mí.”


    Una de las características principales que nos alejó de nuestra semejanza con los primates fue la pérdida del pelo corporal. Pero, ¿a qué se debió este cambio? Existen múltiples teorías, pero la más destacada y la que se cree más probable es una que se basa en una sugerencia de Darwin.

    Los mamíferos necesitamos el pelo corporal para mantener una temperatura corporal adecuada y la pérdida del vello se deberá, únicamente, por razones evolutivas especiales. Las ballenas y las morsas, por ejemplo, desprendieron su pelo para mejorar la velocidad en el mar. Los elefantes y los rinocerontes tienen una piel muy gruesa y son muy voluminosos para perder, de esta forma, excesivo calor durante las noches.

    Dicho esto, se cree que nuestra línea evolutiva sufrió una etapa “semi-acuática”, justificando este dato con la misma razón por la que las ballenas perdieron su vello. También se cree que la pérdida de pelo nos ayudó a mantener los cuerpos frescos cuando nuestros antepasados salieron de los bosques y se adentraron en la caliente sabana africana, pero no se puede confirmar, dado que una piel desnuda absorbe más energía en el calor del día y pierde más calor durante el frío de la noche.

   Finalmente, el Dr. Mark Pagel y el Dr. Walter Bodmer proponen una solución distinta a este misterio: los humanos perdieron su pelo corporal para liberarse, ellos mismos, de los parásitos externos que infectan el vello (los piojos, pulgas, garrapatas) y de las enfermedades que transmiten.

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