Una de las características principales que nos alejó de
nuestra semejanza con los primates fue la pérdida del pelo corporal. Pero, ¿a
qué se debió este cambio? Existen múltiples teorías, pero la más destacada y la
que se cree más probable es una que se basa en una sugerencia de Darwin.
Los mamíferos necesitamos el pelo corporal para mantener una
temperatura corporal adecuada y la pérdida del vello se deberá, únicamente, por
razones evolutivas especiales. Las ballenas y las morsas, por ejemplo,
desprendieron su pelo para mejorar la velocidad en el mar. Los elefantes y los
rinocerontes tienen una piel muy gruesa y son muy voluminosos para perder, de
esta forma, excesivo calor durante las noches.
Dicho esto, se cree que nuestra línea evolutiva sufrió una
etapa “semi-acuática”, justificando este dato con la misma razón por la que las
ballenas perdieron su vello. También se cree que la pérdida de pelo nos ayudó a
mantener los cuerpos frescos cuando nuestros antepasados salieron de los
bosques y se adentraron en la caliente sabana africana, pero no se puede
confirmar, dado que una piel desnuda absorbe más energía en el calor del día y
pierde más calor durante el frío de la noche.
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