jueves, 13 de diciembre de 2012

Nacemos con ellos, pero casi nadie sabe para que están ahí.


¿Para qué sirve el dedo más pequeño del pie?  ¿perdemos alguna función cuando nos extirpan el apéndice? ¿y las muelas del juicio? Algunos de esos tejidos y estructuras son vestigios de la evolución humana, el recuerdo de aquellos primates y animales invertebrados que fuimos hace millones de años. Todo lo que deja de tener una utilidad deja de funcionar, pero no desaparece.  «No existe un diseño de la evolución; en realidad es una chapuza que va dejando residuos. Lo que deja de tener una función no desaparece. Permanecerá mientras tenga un carácter neutro y no moleste», explica Jaume Bertranpetit, director del ICREA, el Instituto Catalán de Investigación, y un experto en evolución humana. 


Vello corporal, menos por selección sexual:

Las cejas evitan que el sudor caiga a los ojos y el vello facial podría desempeñar algún papel en la selección sexual. El pelo se eriza en los animales para intimidar a otros animales o protegerse del frío, Los humanos conservamos esa habilidad, la piel de gallina, aunque hemos perdido el pelaje.



El coxis, la cola perdida:

Estas vértebras fusionados son todo lo que nos quedan del rabo que la mayoría de los mamíferos aún emplean. Dejamos de necesitarlo cuando empezamos a caminar erguidos. Hoy todavía nacen algunos niños con unas vértebras de más, en recuerdo de aquel pasado. Y los bebés recién nacidos sin ese vestigio suelen adoptar una postura característica en la cuna que les lleva a levantar más el coxis, «como recordando la falta de vértebras que se prolongan en forma de cola». Asociado a la pelvis, el coxis es un punto de anclaje de músculos y ligamentos que soportan el suelo pelivano y están vinculados a la micción.

Costillas flotantes, un escudo de órganos internos:

La cirugía plástica elimina las costillas flotantes para reducir el volumen de la figura. Estas costillas no tienen anclajes importantes en la caja torácica y su extirpación no conlleva importantes secuelas funcionales. Se puede vivir sin ellas, aunque no son falsas. Al eliminarlas quedan desprotegidos órganos vitales. También están ligadas a músculos del abdomen y el diafragma. Sí son vestigios otras costillas, las que aparecen en el cuello. Las costillas cervicales aparecen en menos del 1% de la población y, a menudo suelen ser causa de problemas. Lo normal es que desaparezcan en el desarrollo embrionario.


El apéndice, una ayuda para la digestión:

Durante décadas este estrecho tubo muscular unido al intestino grueso se encasilló en el grupo de órganos innecesarios. Hoy se sabe que es un tejido linfoide, implicado en funciones del sistema inmune, las defensas naturales del organismo. «Hasta se ha vinculado su extirpación con un mayor riesgo de sufrir alergias y trastornos inmunes», señala José Ramón Sañudo, profesor de Anatomía de la Universidad Complutense de Madrid.

Actúa como órgano protector, pero recientemente se ha publicado un estudio científico que implica el apéndice en otras funciones. William Parker, profesor de Cirugía de la Universidad de Duke (EE.UU.) está convencido de que también favorece la digestión. En «The Journal of Theoretical Biology» cuenta su teoría: el apéndice es el hogar de una bacteria beneficiosa que facilita la digestión, además de prevenir infecciones. 

Cuando surgen problemas digestivos, como una diarrea, las bacterias beneficiosas que pueblan el aparato digestivo se refugian en la apéndice, como si fuera su casa de seguridad. Allí esperan hasta que la infección desaparece y se preparan para repoblar el tracto digestivo cuando el camino está despejado. 





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